lunes, 29 de agosto de 2011

Moscú-Novosibirsk-Tomsk


Un fin de semana subidos en un tren. Demostramos un dato de sobra conocido: los fines de semana son muy cortos. Salimos el viernes  sobre las once de la noche y llegamos a Novosibirsk el lunes a las 5:45 de la mañana. Tres noches y dos días de leer, mirar por la ventanilla, jugar a las cartas y hasta probar a entablar conversaciones con personajes muy rusos. 

Viajamos en “plaskartnitsa”, que es algo así como tercera; donde el vagón es un único compartimento, sin separaciones. La verdad que lo preferimos así, pues en segunda clase, “kupe”, los compartimentos de cuatro pueden llegar a ser bastante claustrofóbicos y aburridos. Ocupamos el primer vagón de un tren larguísimo de quince vagones. En cada vagón de plaskart hay sitio para más de cincuenta y, teniendo en cuenta que el tren iba casi lleno, podéis hacer la cuenta de la de gente que utiliza el tren para largas distancias en Rusia. En este caso casi 3.000 kilómetros desde Moscú, aunque el destino final era Abakan, y a los que se dirigían allí todavía les quedaban otras 24 horas de viaje. 

 
 Vista del pasillo desde nuestra mesa

Pasamos por varias ciudades importantes de Rusia, Nizny Novgorod, Perm, Yekaterimburgo, Omsk. Diferentes tipos de paisajes, muy boscosos al principio, cruzamos los Urales, tras Yekaterimburgo llegamos a Asia y así hasta lo más profundo de Siberia. También varios husos horarios. Ahora estamos con +3 horas de diferencia con Moscú y +5 h. con España. La verdad que es curioso ver cómo cambian los tiempos del sol a medida que vas hacia el Este. Teníamos que estar atentos para cuadrar las horas de las comidas y que no anocheciera y tuviéramos que empalmar con la cena, porque además los horarios de los trenes de toda Rusia se rigen por la hora de Moscú, por lo que todavía se complica más la tarea de ajustar las horas que vamos perdiendo dentro de nuestro horario y rutina en el tren.

 La alimentación en el tren pasa por el samovar, que es un dispensador de agua caliente a unos 100º, que hay en cada vagón. Con este agua puedes cocinar fideos preparados  que, junto al embutido (parte de este traído desde España), han constituido la base de nuestra dieta estos días; además de tazas de té a todas horas, para integrarnos todavía más entre nuestros compañeros de viaje, que básicamente se alimentaban de lo mismo.

En cada vagón hay una señora (y por las noches un señor) llamada “provodnitsa” que es la encargada de mantener el orden y limpieza en él. Suelen tener un carácter fuerte y  estricto, aunque la que nos tocó a nosotros dejaba entrever un fondo bondadoso, y sus tareas fundamentales consisten en: pasar la fregona al vagón por las tardes, arramplando con todas las bolsas y zapatos que encuentren a su paso, prestar tazas, cubiertos y resto de utensilios a los pasajeros, preparar y vender cafés, tés y chocolatinas, y asegurarse de que el samovar funciona correctamente. Por lo que, como un día da para mucho, normalmente puedes encontrarla en su pequeño compartimento leyendo un libro.

Respecto a los personajes del tren, como no podía ser de otra manera eran de lo más variopinto. En nuestro vagón, de cincuenta, sólo encontramos una persona que hablara inglés y era un chico letón y para más señas miembro de los Hare Krishna, que se dedicaba a vender libros de su secta al resto de los pasajeros. Como los libros eran en ruso, a nosotros se limitó a regalarnos unas galletas caseras. Nuestra litera era una lateral, que según nuestra opinión son las mejores y más cómodas, ya que la parte de abajo se puede convertir en una mesa con sus dos asientos para separar noche y día. Estas literas están a un lado del pasillo y situadas en la misma dirección que el avance del tren. En el otro lado del pasillo se encuentran dos literas enfrentadas con una mesa en medio y situadas perpendicularmente al pasillo. El problema básico que tienen éstas es que sólo hay una mesa, que no se cierra nunca, y por lo tanto para utilizarla tienes que ponerte de acuerdo con los que duermen en la parte de abajo, ya que tendrás que sentarte en su cama para comer allí. 


 El piso de arriba y el de abajo

Siguiendo con los pasajeros de nuestro entorno, a uno de los lados no teníamos a nadie, ya que estábamos en la primera litera de las paralelas al pasillo, mientras que las dos siguientes del otro lado las ocupaba una familia con tres hijos pequeños, con los que tuvimos algún trato. Justo enfrente viajaban un par de señoras de unos cuarenta años y con unas maletas enormes, las cuales, por varios detalles, suponemos que contenían pieles de contrabando; y enfrente un chico de unos 20 años y otro más talludito, bastante huraños ambos. 

Aunque sin duda el grupo más representativo era el primero del vagón. Lo componían cuatro rusos, muy rusos. Uno de ellos, de mediana edad, enorme en todos los sentidos, y con un bigote muy soviético hasta la comisura de los labios. La mayor parte de los dos días se los pasó tumbado con su chándal y su camisa de cuadros desabrochada enseñando su prominente barriga. La verdad que hubiera dado bastante juego en cualquier película de Kusturica. El resto de varones de ese compartimento eran un poco mayores y parecían sus compinches, uno calvo y ya entrado en años, pero con camiseta de tirantes y aspecto de forzudo antiguo de circo. El otro fumador compulsivo, la cara llena de picotas y con los brazos llenos de tatuajes burdos, como hechos a mano en la cárcel o un sitio parecido. Para acabar este curioso grupo se encontraba una señora mayor, bastante viejita y a la que se le iba un poco la cabeza. No hay más que decir que por vestimenta llevaba un traje de chaqueta/pijama amarillo chillón con flores estampadas, al cual sólo le hubiera faltado un sombrero a juego. La mayoría del tiempo lo pasó de pie en los rellanos, leyendo y subrayando un viejo libro de química que se caía a cachos (de verdad), aunque tampoco nos pareció que se fijara demasiado en lo que allí ponía. 

Al señor calvo le llamó mucho la atención que fuéramos extranjeros, y tras intercambiar algunas frases se acercó a nuestro sitio con una cámara para (nosotros pensábamos que querría hacerse una foto con nosotros), grabarnos en vídeo mientras nos preguntaba nuestros nombres, de dónde éramos y a qué nos dedicábamos, y él lo iba narrando a su vez para su reportaje, del que quedó muy satisfecho, puesto que después se dedicó a enseñárselo a todos sus compañeros. Después de tanta camaradería, decidimos invitarles a unas tapas de pan con chorizo de Urbiés, pero no acabó de gustarles mucho, en especial a la señora, porque por un extraño motivo que se nos escapa se empeñaron en creer que lo que les dábamos era dulce.  

Ya era la tercera noche y la llegada a Novosibirsk estaba prevista a las 5:38 hora local, por lo que el provodnik comenzó a despertarnos un buen rato antes. Los señores del primer compartimento nos despidieron al llegar dándonos la mano muy emotivamente, sobre todo el calvo que además por la noche se había levantado a recoger la manta que se le había caído de la cama a Ricardo y a arroparle.  

Al llegar, compramos un  billete de autobús de Novosibirsk a Tomsk para unas horas después, y mientras tanto nos dedicamos a recorrer sus calles y monumentos principales, que tampoco son muchos.

Y después de una historia tan larga, mañana acabaremos de visitar Tomsk y cogeremos otro tren, esta vez sólo unas 15 horas hasta Krasnoyarsk, donde tendremos que volver a cambiar la hora, ya que allí es zona Moscú+4. 

Esta noche nos quedamos en un albergue más pequeño, en el centro de Tomsk, en el que al parecer viven de forma permanente unos cuantos estudiantes rusos, ya que en esta ciudad tienen cinco universidades bastante prestigiosas. 

 Oda a Siberia

 Andén en una parada cualquiera: en las paradas importantes el tren para unos 20 minutos en los que las babushkas se acercan a vender todo tipo de productos, desde platos de pollo con patatas, a pescado ahumado, cestitas de arándanos, cerveza, pasteles, etc.


 Llegada a Novosibirsk y sorpresa

 Amaneciendo y despertando con un Lenin gigante y otras figuras que le aclaman en la plaza central de Novosibirsk

Catedral de Novosibirsk

5 comentarios:

  1. Joan Carles Valeró29 de agosto de 2011, 21:25

    Me alegro de poder convertirme en un espectador pasivo más (en lenguaje “bellidesco”, un voyeur) de vuestra particular aventura, aprovechando la ocasión para recalcar dos asuntos capitales:

    1- A pesar de que las apuestas iniciales auguraban menos futuro a vuestro blog que a la carrera de Bojan en la Roma, habéis demostrado la suficiente fuerza de voluntad y compromiso como para no sólo mantenerlo actualizado puntualmente, sino para que cada nueva entrada sea una pequeña píldora educativa acerca del viaje.

    2- Comprobar que “El club de la lucha” inaugurado en Siberia todavía prosigue su “secreta” existencia a día de hoy. Esperemos que a sus responsables no se les vaya de las manos como en Oslo …

    Abrazos, take care!

    ResponderEliminar
  2. Se nota que no habéis perdido el tiempo en el tren, escribiendo para el blog.

    Me ha gustado esta última aportación.

    Tenéis que seguir actualizándolo frecuentemente.

    Por otra parte, os hago notar que van ganando los visitantes del Blog del BarÇa frente a los del Madrid, seguidos muy de cerca de los del Sporting.

    Como el anterior comentario me despido con ... abrazos ¡take care!

    ResponderEliminar
  3. Como he mirado un poco casi todas las entradas de una tacada, pues como que lo comento todo junto y arreando...

    Eso de decir q Mourinho se tomó a bien perder con el Barça, incluye dedo en el ojo??

    La taquillera no me extraña q sospechara algo del carnet, ese pelopo!!!

    Ahora más seriamente... Mola el viaje (pelín caótico con las fechas). Tenía claro q ibais a hacer el viaje, pero además actualizar el blog... (eso es de nota!!, jejejeje). Haciendo uso de comparaciones lamentables, tenía menos futuro q un caramelo a la puerta de un colegio.

    Alá, seguid actualizando. Y daos prisa, que al paso q vais no llegáis ni a Ulan Bator!!

    ResponderEliminar
  4. Claramente es un Club de la Lucha, no os dejeis embaucar.

    ResponderEliminar
  5. Kusturica!!!... Tal y como lo comentais casi que apetece el viaje en tren... Coincido con vosotros en lo de lo claustrofobico de la cabina de cuatro. Muy Guapo, segir actualizando el Blog, que os queda muy bien y presta mucho leerlo. Abrazos Aqui.

    ResponderEliminar