domingo, 25 de septiembre de 2011

Kонец (This is the end)

Lo prometido es deuda y aquí llega esta entrada que cerrará este pequeño diario de nuestro viaje hacia el Este.

No sé muy bien qué estructura tendrá esta última entrada (lo más probable es que no tenga ninguna), pero la intención es resumir un poco el viaje, dejaros aquí nuestras impresiones finales y también, de manera totalmente subjetiva, comentaros nuestra opinión sobre la ruta, los alojamientos y otros datos que quizás pudieran ser de interés para alguien que quisiera realizar este viaje en el futuro.

Una de las cosas que nos rondaban por la cabeza antes de comenzar el viaje era si aguantaríamos bien tantas horas de tren seguidas. En nuestro caso la respuesta es satisfactoria. Nos adaptamos muy bien a la vida en el tren e incluso casi se podría decir que nos sirvió de terapia. Todo el año con prisas de arriba abajo, empujones en el metro, atascos en las carreteras y siempre faltándote tiempo. Subidos en el tren la sensación es justamente la contraria. El tren avanza lentamente y tú te adaptas a ese ritmo, empapándote del país con la gente que vas conociendo en los vagones y con los paisajes irrepetibles que vas descubriendo poco a poco desde la ventanilla y, lo más importante, sin ninguna prisa por llegar. Supongo que es el objetivo de esta pequeña aventura, disfrutar despacio del camino, siendo conscientes de cruzar tan vastos territorios y descubrir lugares tan remotos que hasta el momento creías que sólo existían en los libros, y que habrían perdido su condición de remotos si hubiéramos llegado a ellos directamente en avión.

Antes de ver el recorrido exacto que hicimos, haré una breve mención al paisaje, el cual a pesar de acompañarnos durante tantos kilómetros, apenas varió levemente. La mayor parte del recorrido lo hicimos por suelo ruso y el paisaje que observamos desde la ventanilla fue siempre el mismo, la taiga, grandes bosques en su mayoría espesísimos, que únicamente se veían ligeramente interrumpidos por pequeños pueblos con casas de madera y tejados muy inclinados o por las grandes ciudades donde coincidía el paso del tren sobre los más importantes ríos del país, como el Volga, o el Yeniséi. El paisaje cambió radicalmente al acercarnos a Mongolia y hasta bien pasado Ulán Bator, donde pudimos contemplar la sobrecogedora estepa durante kilómetros y kilómetros despoblados. Y finalmente, en el sur de Mongolia, el desierto del Gobi que incluso nos acompañaría durante varios cientos de kilómetros ya en China.
Para el que prefiera datos más concretos, el recorrido típico del transmongoliano sigue la siguiente ruta:
·         Moscú (0 km, Huso Horario de Moscú). La mayor parte de los trenes con destino en la parte oriental del país parten de la estación ferroviaria de Yaroslavsky.
·         Nizhny Nóvgorod (442 km, HHM) sobre el río Volga; hasta el día de hoy, la estación principal de esta ciudad lleva su antigua denominación soviética, Gorky-Moskovski (aunque el nombre de la ciudad fue cambiado en 1990), y aparece así en muchos horarios.
·         Perm (1436 km, HHM+2) localizada sobre el río Kama.
·         Frontera oficial entre Europa y Asia (1777 km), señalada con un obelisco blanco.
·         Ekaterimburgo (1816 km, HHM+2) en los Montes Urales; hasta el día de hoy aparece con la que fue su antigua denominación soviética, Sverdlovsk, en muchos horarios.
·         Omsk (2712 km, HHM+3) ubicada en los márgenes del río Irtysh.
·         Novosibirsk (3335 km, HHM+3) sobre el río Obi.
·         Krasnoyarsk (4098 km, HHM+4) a orillas del río Yeniséi.
·         Irkutsk (5185 km, HHM+5) en las cercanías de la extremidad sur del Lago Baikal.
·         Ulán-Udé (5642 km, HHM+5).
·         Separación del ramal Transiberiano (a 5655 km de Moscú)
·         Naushki (5895 km), asentamiento ruso ubicado en la frontera entre Rusia y Mongolia (5900 km)
·         Sühbaatar (5921 km), asentamiento mongol ubicado en la frontera
·         Ulán Bator (6304 km), capital de Mongolia
·         Zamiin Uud (7013 km), asentamiento mongol ubicado en la frontera
·         Erlyan (a 842 km de Pekín), asentamiento chino ubicado en la frontera
·         Pekín
Aunque nosotros hicimos alguna pequeña variación sobre esta ruta:

·         Añadimos el trayecto en tren de San Petersburgo a Moscú. Alrededor de 650 Km.
·         Abandonamos ligeramente el recorrido de esta red en Novosibirsk y cogimos el autobús para visitar Tomsk, que se encuentra unos 270 Km al noreste. Desde Tomsk cogimos el tren y a los 80 Km. volvimos a encontrar la red transiberiana en la estación de Taiga y ya no la abandonaríamos hasta China.
·         El trayecto entre Erlyan y Pekín lo hicimos en autobús.

Y finalmente para poner toda esta información, a modo de estadísticas, en fríos números:

  • Recorrido total: 8326 Km (7214 Km en tren / 1112 en autobús)

  • Total de noches viajando: 10 Noches (9 en tren / 1 en autobús)
*La idea siempre era intentar viajar de noche y así ahorrar en alojamiento.

  • Máximo número de horas seguidas en tren: 53 horas, de Moscú a Novosibirsk (3 noches y dos días en el tren)

  • Importe total de los billetes de transporte terrestre (tren, autobús y jeeps varios) de San Petersburgo a Pekín: 257 euros (por persona, claro).

Consejo:
Para cerrar la parte del viaje referida al tren me gustaría dejar escrita aquí la única recomendación que daremos para alguien que quiera hacer este viaje más adelante. Hay infinidad de agencias que te consiguen el “billete para el transiberiano”. Nuestro consejo: huid de estás agencias, que por muy barato que te vendan el billete siempre será más caro que si lo compras tú mismo directamente.

La página de la Renfe rusa es la siguiente: http://rzd.ru/*allí puedes comprar el billete y pagarlo con tarjeta, imprimirlo y ya está.
*El único problema de esta página es que está en ruso. La solución en esta otra Web: http://www.valigiapronta.altervista.org/scheda.php?lang=eng&page=Register_in_RZD.html

De todas formas, nosotros compramos los billetes en las ventanillas de las estaciones (nunca hicimos más de cinco minutos de cola), aunque previamente nos habíamos informado en la web sobre el horario, número de tren y asientos que queríamos.

También resulta útil conocer la disposición de las camas. Abajo podéis ver un esquema de la distribución de las plazas en cualquier vagón en platskartni (tercera clase):


Aunque el tren es uno de los atractivos fundamentales de este viaje, también toca bajarse. Con los pies fijos en el suelo quizás podríamos definir cuatro etapas del viaje. La primera correspondiente a San Petersburgo y Moscú, la segunda sería para Siberia y los muchos destinos que tuvimos allí, la tercera la ocuparía por completo Mongolia y finalmente la etapa China, en Pekín. Nuestras aventuras y desventuras en todos estos lugares os las hemos contado a medida que las hemos vivido en las anteriores entradas. Aún y así, quizás la información sobre los alojamientos que encontramos a lo largo del viaje no ha sido muy elaborada, así que aprovechamos esta entrada para describir los albergues que nos dieron cobijo y que quizás sirvan de orientación a cualquiera que emprenda este viaje algún día:

San Petersburgo:
SPB Hostel (este fue el único que llevábamos reservado de España)
Aunque la entrada y las escaleras echan para atrás, luego por dentro está bien y tiene todo lo necesario. Principales ventajas, situación y precio (400 rublos, alrededor de 10€ la noche).

Moscú:
Pijamas / Panama
Están al lado el uno del otro (en uno dormíamos y en otro tenían más habitaciones y la cocina) y lo llevan los mismos dueños. Guardamos muy buen recuerdo, sobre todo de la gente que trabajaba allí, muy amables y serviciales en todo momento. También el lugar donde se encontraba, una placita con un parque en medio y casitas pequeñas alrededor y, sobre todo, muy bien situado, a menos de diez minutos andando del Kremlin. Y para acabar con las bondades, el Panama Hostel, que era donde nos quedábamos, estaba recién inaugurado, por lo que estaba todo prácticamente sin estrenar. El precio también muy económico, unos 10 € noche. Conclusión, totalmente recomendable.

Banana Hostel
Por un descuido ya narrado en la entrada de Moscú, el último día nos tuvimos que quedar en otro albergue. Nos lo recomendó la gente del anterior hostel y, aunque está un poco más alejado del centro (entre un albergue y otro hay unos diez minutos a pie), también estaba muy bien y el precio se mantiene invariable, 10€.

Tomsk:
Taiga Hostel
Antes de llegar a este albergue intentamos alojarnos en el hotel de la estación pero estaba completo. Este albergue era ligeramente más caro que en Moscú y SP, 450 rublos. No está mal, se puede llegar al centro a pie y el personal fue muy amable (aparte de que éramos los últimos extranjeros alojados, puesto que el resto eran estudiantes rusos).

Isla de Olkhon:
Solnnechnaya (Sunny Hostel)
El albergue más famoso es el Nikita´s Hostel, donde hay mucho ambiente mochilero. Nosotros, sin embargo, nos quedamos en este otro y también estuvimos muy bien, aunque más que mochileros había rusos de vacaciones. Las vistas desde este albergue son espectaculares y el alojamiento es en casitas de madera para dos, con su correspondiente terraza, y dispuestas a lo largo de una pequeña pendiente. Reservamos este albergue con pensión completa (ya que en la isla no hay muchas más opciones) por unos 20€ y todo lo que nos prepararon, aparte de autóctono era delicioso.

Ulán Bator:
UB Guest House
Por seis dólares tienes cama y desayuno. Además lo tienen muy limpio y el personal es muy agradable. Como el resto de albergues en UB también ofrecen tours, aunque no te agobian para que lo cojas con ellos. Recomendable.

Pekín:
Happy Dragon Courtyard
El albergue está genial, con una terraza chulísima y las mejores camas en las que hemos dormido este viaje. A parte de la toalla también te daban jabón y champú e incluso tenían secador en el baño. Todo ello por un precio relativamente económico, 60 Yuans, unos 7 Euros. En cuanto a la situación, aunque no se encuentra en pleno centro de Pekín, tampoco está muy apartado. En una media hora o cuarenta minutos a pie te plantas en la plaza de Tian’nanmen y, si vas en metro o autobús, llegas en un momento. La única pega que encontramos fue el personal de recepción, bastante frío y más interesado en venderte sus productos y excursiones con malas artes. Dos ejemplos: el precio de las habitaciones lo tienen tapado con un papel en el que han escrito un precio superior (aunque al decirle que en internet marcaba 60 y no 80 nos dejaron el precio real, pero aún así ya te mosquea). El segundo ejemplo es que al intentar vendernos su excursión a la muralla china nos contaron mentiras diciendo que el autobús público no te dejaba exactamente en la muralla, por lo que posteriormente tenías que coger un taxi y así al final salía carísimo ir por tu cuenta. La excursión por nuestra cuenta nos salió cinco veces más barata y el autobús nos dejó a los pies de la muralla. De todas formas, ignorando a alguno de los recepcionistas (algunos sí que eran majos) el albergue está muy bien y tiene una terraza y un jardín con estanque, peces, tortugas y bambú, de lo más zen y bonito.

Dudando que ni siquiera nuestro lector más entusiasta haya llegado hasta aquí, después de toda la parrafada anterior aprovecharemos para ir finalizando este blog divagando entre lo mejor y peor del viaje. Lo peor sin duda es la vuelta. Comentamos en las primeras entradas que deseábamos más tiempo para realizar este viaje y seguimos con la misma idea en la cabeza, por dos razones principales, la primera y obvia es la de poder haber hecho más paradas sin preocuparnos por planificar el siguiente paso en función de una fecha límite de vuelta. La segunda es que al cabo de un mes lo que menos queríamos era volver a la rutina cotidiana. Necesitábamos otro tren, destino Xian, o Shangai y seguir sin importar mucho en qué dirección, como otros viajeros que conocíamos, que aprovechaban estar ya en China para proseguir hasta el Sudeste Asiático o Australia.
 ¿Lo mejor? El viaje en sí. Está muy bien de vez en cuando abrir mucho los ojos para no perderte nada y activar las neuronas para digerir tantas novedades y conseguir sobrepasar las trabas lingüísticas y las diferencias culturales. Lo mejor seguramente son las ganas, no intactas sino incrementadas, de volver a repetir aventuras, y que es el mejor reflejo de lo que hemos disfrutado estos días.

 El final de las vaca-ciones (en el lago Baikal)

Muchas gracias a todos por seguirnos con tanto interés, y por habernos acompañado en el viaje con vuestros comentarios.

ViKy & Ricardo.

 

domingo, 18 de septiembre de 2011

Pekín

Esta entrada está escrita ya de vuelta desde Madrid porque así podemos incluir algunas fotos (no encontramos una manera sencilla de subir las fotos al blog desde China).

Como comentamos en la última entrada, llegamos a Pekín de madrugada. Al día siguiente, al despertar, el cielo nos recibió con cierta claridad pero con un color gris y bastante neblina que no nos abandonaría durante toda la semana que estuvimos allí. Según nos contó un chino del albergue, este tipo de climatología es bastante habitual y también preferida por la gentes de Pekín y únicamente se despeja el cielo después de llover. Este hecho lo pudimos comprobar la mañana del viernes, después de que cayera algo de lluvia el jueves por la noche. Aunque los claros duraron poco y la neblina volvió a adueñarse del cielo.

Lagos en el centro de Pekín. Se aprecia la neblina que nos acompañó todos los días y que nos ofrecía un color muy especial.

A pesar de este tiempo, pues nosotros estamos acostumbrados a España, e incluso en los días anteriores a Mongolia, donde el cielo era muy azul y muy grande, podemos decir que el clima nos acompañó, ya que la temperatura era perfecta para callejear y visitar todo tipo de monumientos y parques. Además, esta ligera neblina dota de un color y un ambiente muy especial a los paisajes y te hace ser consciente de que estás en el continente asiático.

El Templo del Cielo.

El Palacio de Verano.

Por lo demás, como contábamos con tiempo suficiente, además de las visitas obligadas a la Ciudad Prohibida, la Muralla China y varios palacios y templos más, también nos dedicamos a callejear, tanto en bici como caminando, por los “hutong”, que son los barrios tradicionales de la ciudad y tienen especial encanto con sus casas bajas y sus calles estrechitas, donde literalmente puedes perderte.



Entrada a la Ciudad Prohibida desde la plaza de Tian'nanmen.

La Ciudad Prohibida. 

  Paseo por la Gran Muralla (zona de Mutianyu, que aunque turística, no sientes el agobio de la gente como según nos han contado pasa en otros puntos).

También nuestro albergue se encontraba en uno de estos “hutong” en el barrio de Doncheng y era impresionante la de ambiente y actividad que había a todas horas del día. Por el día, las fruterías, las panaderías y los puestos de comida estaban en plena actividad. Al anochecer, los puestos de comida seguían abiertos y acostumbrábamos a cenar en la calle, brochetas de carne a la parrilla, en unas mesas pequeñitas que ponían fuera. También por la noche un local cercano se llenaba de chinos que se dividían en varias mesas y entre el humo conseguíamos divisarlos jugando a las cartas y apostando sin parar. Algunos días cuando nos levantábamos todavía quedaba alguna mesa con partidas aún sin acabar.

 En bici por un "hutong" del centro.

Mercado nocturno de Wanfugin, conocido por sus puestos de comida.

  
Alimentos que encontramos en este mercado ( hasta que los cocinaban, ¡estaban vivos!).

Y como no podía ser de otra manera, también aprovechamos para comprar imitaciones y así cumplir con los encargos que nos habían pedido. Fuimos tanto al Mercado de las Perlas como al de la Seda y, aparte de perlas y pañuelos de seda, también nos vimos inmersos en la locura del regateo y luchas encarnizadas con las vendedoras chinas, que pueden ser más agresivas que los comerciantes de cualquier zoco de Marruecos. Como prueba el bolsazo que me llevé de una de ellas. Las frases más típicas cuando estabas regateando eran que estabas comprando móvil y no un juguete para niños, o pañuelos y no calcetines y que un helado en la calle valía más del precio que les ofrecías. “Tú mucho tacaño” y también, a pesar de decir que no querían volver a hablar contigo más en la vida, al minuto te gritaban por los pasillos para ofrecerte otro precio. Al final, y pese a la sensación de ser timados y engañados como chinos conseguimos cumplir todos nuestros recados.

Letrero informativo en el Mercado de la Seda. Suponemos que con total intención de recochineo.

Esta fue nuestra última etapa del viaje, de todas formas, como buenos alumnos, también publicaremos una última entrada con la redacción que nos mandarán el primer día de cole sobre nuestras vacaciones. En la próxima y última entrada comentaremos desde la distancia y con más perspectiva nuestras sensaciones del viaje y algunas observaciones o anécdotas que nos quedaron pendientes.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Y al final, China

Parece ser que al gobierno chino no le gusta mucho esto de los blogs y las redes sociales y por lo tanto no contentos con tener la gran muralla, han decidido crear un gran firewall chino y capar varios sitios de internet, entre ellos uno de google: blogspot, que es con donde nosotros publicábamos este blog. De momento únicamente hemos averiguado la manera de subir texto, así que a partir de ahora nos esmeraremos más en nuestra narración y vosotros tendréis que ponerle algo de imaginación.

En la última entrada os contamos nuestras vivencias mongolas y os dejamos en un tren rumbo a Zamyn Üüd, frontera sur entre Mongolia y China. El tren iba lleno de gente local (los mochileros que encontramos en Ulan Bator esperaban al domingo porque había un tren directo a Pekín). Esta vez tuvimos que viajar en kupe (segunda clase, compartimentos cerrados de cuatro personas). Hubiéramos preferido viajar como hasta el momento en plaskart no por el precio (ya que la diferencia fueron unos cinco o seis euros) sino por el ambiente más abierto de esta clase. De todas formas así probamos también los viajes en segunda clase y nuestros compañeros de viaje, un hombre mayor con cara de indio y una mujer de mediana edad, que estuvo hablando con Viky en ruso y nos contó que iba a China a comprar mercancía para venderla posteriormente en Rusia, fueron muy agradables.

 En el compartimento con nuestros compañeros mongoles

Ya notamos el nerviosismo y casi salvajismo de los mongoles en el tren. A diferencia de los trenes rusos, en este tren los pasillos estaban llenísimos de gente yendo de un lado a otro y en algunos compartimentos se juntaban ocho o más personas para echar timbas con bastante alboroto.

 Larguísimo tren (más de quince vagones) que nos llevaría hasta la frontera a través de la estepa de Mongolia y el desierto del Gobi.

Al despertar, pudimos contemplar el amanecer en el desierto del Gobi e incluso vimos manadas de camellos campando a su libre albedrío. Desayunamos y casi nos pilló por sorpresa la llegada del tren. Antes de darnos cuenta la gente estaba corriendo y atravesando las vías del tren hacia la plaza de Zamyn Uud, donde un montón de jeeps muy cascados estaban esperando a la gente del tren para pasar la frontera. El problema que tiene esta frontera, donde ambos pueblos, el mongol y el chino están prácticamente pegados (no habrá más de un par de kilómetros entre uno y otro) es que no se puede atravesar a pie, así que nosotros también tuvimos que recurrir a uno de estos jeeps. El precio establecido son 100 Yuan (moneda china). Nosotros únicamente teníamos un par de euros en moneda mongola (que tuvimos que entregar en la frontera por no sé qué tasa y aunque no llegamos a los dos mil tugriks que nos pedían nos dejaron pasar), unos cuantos dólares y euros. Negociamos el precio en dólares y aunque le ofrecíamos menos que en moneda china, el hombre estaba nervioso por salir y aceptó diez dólares por trayecto, que al cambio son unos sesenta y tantos yuans. Una vez subidos en el jeep comenzó la lucha, y digo bien, porque eso no era una carrera por ver quién llegaba antes, lo que allí vivimos fue un espectáculo de peleas entre coches. Golpes, golpes y más golpes. Todos los coches intentando y muchas veces consiguiendo colarse. Parachoques por los suelos y muchos golpes. Los policía fronterizos mongoles acosados por los conductores que les arrancaban de las manos de manera bastante violenta los formularios a rellenar para salir del país. Nuestro conductor, de los más nerviosos, consiguió finalmente un buen puesto en la cola y nos situamos bastante cerca de la barrera fronteriza. Aún y así todavía llegaban coches por el campo para intentar colarse y ahí comenzaba la siguiente rutina. Los coches paraban los motores y salían a estirar las piernas cuando preveían que iban a estar un rato parados, pero en el momento en que se oía un coche arrancar, todos corrían rápidamente de vuelta para arrancar el coche y pegarse al de delante para evitar que se colara nadie. El poner en marcha el coche tampoco era tarea fácil, ya que unido al giro de la llave de arranque tenían que juntar un par de cables que llevaban sueltos para arrancar, una vez hecho esto se arrimaban de manera brusca hasta darle un buen golpe al de delante, siempre que no hubiera uno que hubiera conseguido poner el morro y entonces empezaba una lucha, morro contra morro cual ciervos en celo. Lo dicho muchos golpes y parachoques por los suelos. En algunos momentos nos dio por pensar si la frontera entre Estados Unidos y México sería igual.

Fila de coches sin ni siquiera medio centímetro de separación entre ellos. El que se ve fuera de la fila seguro que estaba esperando para colarse. (Si agrandáis la imagen se aprecia otro coche al lado de la farola intentándolo arduamente)

Llegó el momento en que el conductor hablando con los otros se enteró que los dólares que le habíamos dado no equivalían a los 100 Yuan, así que le explicamos como pudimos que al cruzar la frontera, sacaríamos dinero y le daríamos el dinero en moneda china. Entretanto las carreras continuaban y eso que la frontera estaba cerrada por no sabemos qué motivo. En una de esas y debido a la brusquedad con que trataba las marchas, la caja de cambios dijo basta. Pero también estaba previsto, nuestro conductor sacó una cuerda y la enganchó al coche de delante. Así nos movimos un rato, aunque no fuimos los únicos, ya que vimos varios coches más arrastrados por otros. Al final cambiamos de coche, en uno sin más asiento que una barra de hierro y conseguimos llegar al puesto fronterizo, donde para nuestra sorpresa, a una chica mongola que compartía jeep con nosotros, le quitaron el pasaporte y le dijeron que no pasaba. Vamos que la tiraron en la frontera. Suponemos que esto se debe a que están todo el día cruzando la frontera para trapichear con artículos chinos y la policía los tiene fichados.

La frontera china estaba mejor organizada y el jeep en el que íbamos también se coló, las luchas nos eran tan encarnizadas. En la frontera china también tuvimos que pagar no sé qué tasa. En este caso nos aceptaron dólares. De tres que todavía conservábamos nos quedamos con uno y sin saber cómo saldaríamos la deuda que teníamos con nuestro otro conductor. Finalmente una vez cruzada la frontera, nuestro nuevo conductor se despidió de nosotros amablemente sin pedirnos mayores cuentas y el último dólar que nos quedaba lo empleamos en un taxi que, aunque nos pedía más dinero, al final nos condujo hasta la estación de autobuses. Allí compramos un billete en un autobús cama (autobús con literas llenas de chinos) que salía a las cuatro y media de la tarde y llegaba a las tres de la mañana a Pekín. En la estación conocimos a un chico estadounidense (esto de China está plagado de yankis) que había ido hasta la frontera para salir del país y volver a entrar y así renovar su visado. Este chico vivía cerca de donde se encontraba un albergue que habíamos visto por internet, así que al llegar a Pekín compartimos un taxi con él sin ser timados en exceso, ya que estos chinos aprovechan cualquier oportunidad para cobrarte muchísimo más (no sé de donde vendrá la expresión de “engañarte como a un chino”).

Autobús cama.

Ese fue nuestro último trayecto de este viaje. Ahora estos días, hasta el sábado, aprovecharemos para visitar la ciudad, dar un paseo por la muralla e intentar hacer algunas compras, ya que tenemos encargos para parar un tren.

A lo largo de estos últimos días intentaremos seguir contando cómo vemos Pekín y sus gentes, y si no lo conseguimos publicaremos la última entrada la próxima semana, ya de vuelta.

Nota: las fotos las hemos añadido posteriormente. 

jueves, 8 de septiembre de 2011

Mongolia

Cuentan que los mongoles son uno de los pueblos más hospitalarios del mundo, en especial las familias nómadas. Esto es algo que hemos podido comprobar a lo largo de los dos días que hemos pasado en un ger, aparte de haberlo confirmado en cuanto atravesamos la frontera y tratamos con los policías del lugar, cuya amabilidad contrasta bastante con la de los funcionarios rusos.

Por otra parte, también es conocida su belicosidad y eso se nota en la manera que tienen de conducir. El tráfico en Ulan Bator es un verdadero caos, vale absolutamente todo y por supuesto el último en preferencia es el peatón. Cruzar la calle sin ser atropellado es cuestión de suerte. Como demostración de este caos al volante, el choque que tuvimos con otro coche de camino al parque nacional donde hemos pasado estos días.

Esto es lo que pasa por tomar la rotonda al revés para acortar

También belicosos y salvajes son sus caballos, que incluso estando domesticados siguen dando muestras de su fiereza peleándose entre ellos a base de coces y mordiscos.

A lo John Wayne

Como ya comentamos, estas dos noches las hemos pasado en el parque nacional de Terelj y no nos ha defraudado. Fuimos en un viaje organizado por nuestro albergue con otros tantos extranjeros: una chica canadiense que ya habíamos conocido en la isla de Olkhon, una pareja de coreanos, dos ingleses, una estadounidense y dos escoceses (que por cierto, Ramón, creemos que te están timando porque contaban que tenían 6 semanas de vacaciones al año, como si fuera lo más normal del mundo). A pesar del golpe con la furgoneta conseguimos llegar sanos y salvos a un pequeño campamento compuesto por tres gers y una construcción ligeramente mayor donde vivía la familia que nos acogió, que a su vez estaba formada por un hombre de cuarenta años y su hijo de unos doce años. A pesar de su corta edad domaba los caballos de una manera espectacular.


El niño domador de caballos y su padre al fondo curando a otro de un mordisco.

Estos días nos hemos dedicado a descansar de tanto viaje y entreteníamos el tiempo paseando, montando a caballo guiados por Ganaa, el niño mongol (no sé cómo se escribirá el nombre pero la “a” desde luego era muy larga) y cortando leña para la estufa, porque el tiempo a pesar de lo que pone en la web, ha sido frío, pero que muy frío. De hecho, el miércoles estuvo cayendo una ligera nevada todo el día. Sospechamos que la previsión del tiempo que aparece en nuestro blog la hacen desde Pekín o Benidorm, porque estos días no nos hemos quitado el abrigo.

Nuestro anfitrión comentando la jugada con un vecino

Animalillos que encontramos en nuestros paseos a caballo

 Abajo el campamento
Con  la estufa y la chimenea a pleno rendimiento

Vista del interior de nuestro ger, que incluso tenía camas de verdad

 Desde la puerta pintada

Caravana de caballos por los alrededores

 Vigilante, en la estepa

¿Os recuerda a una tortuga? Se supone que en el parque hay unas rocas con esa forma, pero no tenemos claro que fueran éstas

Hoy, tras regresar de la excursión, hemos estado paseando por Ulán Bator y hemos comprobado el auge inmobiliario que existe. Mires donde mires están edificando. La gente por lo general es bastante amable, aunque casi ninguno habla inglés, tienen interés en aprenderlo, ya que se ven anuncios de academias de inglés por todas partes. También nos ha llamado la atención la elegancia de los trabajadores de oficina y de otros empleos de atención al público. También la población más joven se nota muy interesada en su vestimenta y van todos a la última moda. 

Construcción en auge en UB enfrente de varios ger

Y, mientras ellos acaban de aprender inglés y debido a la imposibilidad de entender ni media palabra de mongol, hoy hemos comido y cenado en restaurantes que sólo tenían la carta en ese idioma y hemos tenido que pedir los platos señalando al azar, basándonos únicamente en el precio y en nuestra intuición para calcular el tamaño y la consistencia de los mismos. No se nos ha dado del todo mal, aunque no tenemos demasiado claro el tipo de carne que hemos cenado. 

 Especie de piñones que los mongoles comen sin parar por la calle, como si fueran pipas (mañana las probamos)
Mañana cogemos el que será seguramente el último tren de este viaje, a Zamyn-Üüd, en la frontera con China. Ya os lo contaremos desde Pekín.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Transmongolianos


La última entrada la publicamos desde Irkutsk (misión casi imposible encontrar internet allí, pero nos debemos a nuestros seguidores y echándole cara nos colamos en un hostel desde donde pudimos actualizar).
Irkutsk es una ciudad con mucho más turismo y más mochileros que el resto de ciudades siberianas, ya que es un cruce de caminos. Desde allí puedes hacer la ruta transiberiana hasta Vladivostok, o por el contrario, como nosotros, viajar hacia Mongolia. Mucha gente se dirige hasta aquí directamente desde Moscú, en un viaje en tren sin paradas que dura cuatro días.

Esta ciudad siberiana cuenta con medio millón de habitantes y la llaman la París de Siberia. La verdad que la comparación quizás le viene un poco grande, pero con todo tiene cierto encanto y cierto estilo austrohúngaro, proveniente de su reconstrucción sobre mil ochocientos ochenta debido a un incendio que devastó la mayor parte de la ciudad. La visitamos un sábado y estaba en fiestas, así que las calles del centro tenían un ambiente muy animado, con banderas de colores colgando entre los edificios, y música a todo volumen, y, por supuesto, muchas bodas, ya que como en todas las ciudades rusas que hemos visitado, puedes encontrar a una pareja casándose cualquier día de la semana, y siempre con limusina y foto a juego.

 
Las casas de madera de Irkutsk son tan o más bonitas que las de Tomsk.

La París de Siberia
Da svidania, Rusia

Por la noche, a las 22:15h hora local (17:15 en Moscú), cogimos el tren hacia el último pueblo ruso antes de la frontera, Naushki, como siempre en platstkartni. Nos sorprendió la poca gente que viajaba y sobre todo que a medida que paraba iba quedando cada vez menos gente en el vagón. A la mañana siguiente, en la penúltima parada sólo quedamos nosotros dos, un pasajero y los provodniks en el vagón.

 Al bajarnos en el pueblo fronterizo, nuestra misión era ir a comprar un billete para cruzar la frontera, que nos vendieron sin problemas, ya que desenganchaban todos los vagones del tren, entre ellos el nuestro, excepto dos de segunda clase (kupe) que eran los que cruzaban el tramo hasta la primera estación de Mongolia. Para realizar estos cambios y colocar una nueva locomotora, el tren para en Naushki unas 5 horas, tiempo en el que comprobamos que de los dos primeros vagones bajaban hordas de turistas europeos de todas las edades. Los vagones eran diferentes de los nuestros; en vez de ir únicamente adornados con las siglas de los trenes rusos rzd, estaban pintados con bonitos colores y letras chinas de carácter aventurero. Los turistas, al bajar del tren, parecían despistados buscando a los guías para ver que debían hacer.
Esperando a que desmontaran y volvieran a montar el tren en la frontera

En ese rato, el vagón en el que habíamos viajado y el resto de vagones rusos fueron desenganchados y a la locomotora le dejaron únicamente los dos vagones de turistas. Al subir al tren compartimos compartimento con unos chicos polacos, que eran los únicos que habían viajado como nosotros y según nos contaron todavía no habían dormido bajo techo desde que salieron (siempre en tienda por varias zonas del lago Baikal). La verdad que los compartimentos de estos vagones tienen todo tipo de comodidades, incluso televisión, pero en ellos no se oye hablar ni una sola palabra de ruso, salvo la provodnitsa, que tuvo un trato muy desagradable con nosotros y los polacos por “colarnos” en su tren. Una vez cruzada la frontera, el tren realizó un trayecto de alrededor de una hora, en el cual vimos ejemplos del vasto paisaje de Mongolia y de algunos “gers” dispersos en los valles, hasta que llegamos al pueblo fronterizo de Mongolia, Shükhbatar. Aquí volvieron a pedirnos los pasaportes y nos tuvieron varias horas en el tren sin poder salir. Una vez la policía mongola nos devolvió los pasaportes, por fin pudimos bajar los cinco (nosotros dos y los polacos que eran tres). Nada más poner pie en tierra la provodnitsa cerró el vagón de un portazo por si no nos había quedado claro que no éramos bienvenidos.
Compartimento en el que cruzamos la frontera

Shükhbatar nos recibió anocheciendo y con mucho ambiente en la estación. Lo primero que nos ofrecieron fue cambio de moneda. Nosotros no teníamos ni idea cuanto valía la moneda mongola, tugrik, aunque tampoco nos molestamos en cambiar en ese momento. Buscamos las taquillas. La gente fue muy amable indicándonos, preguntamos el precio y horario para ir a Ulan Bator y una vez lo supimos, salimos a la calle a cambiar los pocos rublos que nos quedaban en el bolsillo y que fueron más que suficientes para comprar el billete en platskartni (unos siete euros cada billete por toda la noche de trayecto en cama). Volvimos a esperar a que unieran vagones a la locomotora. A los dos que habían cruzado la frontera unieron los vagones mongoles que serían en los que viajaríamos a partir de aquel momento.

 
Primeras estampas de Mongolia

Los vagones platskatrni mongoles no varían mucho de los rusos. En este caso volvimos a tener las literas de arriba en un vagón de cuatro, aunque nuestros acompañantes mongoles, una chica jovencita muy amable y una madre con un bebé que no lloró en toda la noche, a pesar de que nos miraba con cara de miedo, quizás porque éramos los únicos del vagón que  no teníamos los ojos rasgados.

En resumen, con el mismo tren, viajamos en tren vagones diferentes: uno de Irkutsk a la frontera, otro de frontera a frontera y el último hasta Ulán Bator, y así nos ahorramos nuestro dinero a parte de vivir el cambio de países de un modo cuando menos curioso. Hay otras formas de cruzar la frontera, y algunos recomiendan viajar de Irkutsk a Ulan-Ude (ciudad rusa a 6 horas en tren de Irkutsk) y allí tomar un autobús hasta Ulán Bator, que tarda menos en pasar la frontera.

Esta mañana hemos llegado a la capital mongola y había personal de los hostels en la estación para trasladarte a sus albergues. Hemos aprovechado uno al que habíamos enviado un mail y aunque no llevaba nuestros nombres apuntados en su lista de huéspedes, no nos ha puesto ningún problema en traernos.
  
Plaza central de Ulán Bator, premio a quien nos diga el nombre de la misma (pista: el nombre sale en esta entrada)

Mongolia es un país difícil de visitar de forma autónoma ya que apenas tiene carreteras ni infraestructuras, por lo que si no vas acompañado de alguien local se hace complicado adentrarse en su vasto territorio. Así que por la mañana salimos en busca de agencias a ver qué nos ofrecían. Aunque pensábamos que se nos iban a rifar, parece que este país es un destino muy de moda (paseando por el centro de Ulán Bator se ve muchísimo turismo, sobre todo estadounidense y francés) y las agencias tampoco estaban muy interesadas en negociar precios, así que finalmente decidimos mirar los tours que tiene el hostel, que parece que son los que mejor precio tienen. Pensamos en uno de cuatro días que abarcaba bastante territorio de Mongolia central, aunque nos agobió un poco el pensar en la de horas y horas en todo terreno (ya suficiente viaje llevamos encima), el depender siempre del chofer y el guía y el parar en puntos a modo de check point. Además en cuatro días y con tantas prisas es imposible asimilar toda la esencia de un país tan extenso y con tantos contrastes de paisajes. Así que finalmente optamos por la opción más cómoda, que es la de ir a un parque natural que queda cerca de Ulán Bator (Terelj) pero que tiene unos paisajes impresionantes, y pasar allí una o dos noches tranquilamente. 

Por lo que hemos podido ver y por lo que nos han contado, Mongolia tiene paisajes de mucho contraste y kilómetros y kilómetros de estepa y desierto con lugares espectaculares para acampar libremente, o convivir con familias de nómadas. Y viajeros que realizan expediciones de varias semanas a lo largo del país, en jeep, furgoneta, bici o a caballo: Kharakhorum, desierto de Gobi, parques naturales con caballos salvajes…Pero para eso se necesita tiempo. Y nosotros todavía tenemos que llegar a Pekín, así que tendremos que volver en el futuro.

Ya os contaremos qué tal nos va estos días por aquí.

sábado, 3 de septiembre de 2011

TOMSK – KRASNOYARSK – IRKUTSK-BAIKAL-IRKUTSK



Tras varios días sin posibilidad de conectarnos a Internet, volvemos a actualizar el blog, en esta ocasión desde Irkutsk.
Como os contamos, el lunes por la mañana, en Novosibirsk, bajamos del tren al que nos habíamos subido el viernes por la noche anterior en Moscú. De allí fuimos en autobús a Tomsk, que está a unos 250 km, y nos quedamos a dormir allí, para conocer alguno de los lugares que vemos por la ventanilla.

 
Estación de trenes de Tomsk

Tomsk es ciudad universitaria y el hostel donde nos quedamos estaba lleno de universitarios rusos que habían ido allí a hacer los exámenes de septiembre.
Un dato que aparece en la guía es que, algún tiempo atrás, no estaba permitida la visita de extranjeros a esta ciudad. Curiosamente, a pesar de todos los datos que incluyen, no explican el porqué. Parece ser que durante la guerra fría contaban con una industria muy próspera de producción de armamento nucelar.

 
Transporte urbano típico en Tomsk y otras ciudades rusas: marshrutky. Debido a la lluvia y a complicaciones con el secado de la ropa, cogimos unos cuantos de estos durante nuestra visita a esta ciudad (12 rublos trayecto). 

Al llegar, el tiempo todavía nos acompañaba, así que salimos a dar una vuelta y, de regreso por la noche, comenzó a llover y siguió casi todo el día siguiente. El mal tiempo deslustró un poco nuestra visita, pero, de todas formas, pudimos ver el encanto de esta ciudad siberiana, con su río y sus casitas de madera. 

 
Famosas casas de madera de Tomsk.

 

Estatua satírica de Chejov, del que no guardan buen recuerdo por estas tierras. Se ve que después de visitar Tomsk, escribió de manera bastante desfavorable sobre ella.

Lo del frío en Siberia no es un cuento chino, porque al mediodía, a finales de agosto, los termómetros alcanzaban justito los diez grados.

Por la tarde nos dirigimos a la estación para coger el tren que nos llevaría a Krasnoyarsk, y parece que ya nos vamos aclarando con los horarios de trenes. El billete de tren marcaba la salida a las 16:28h., hora de Moscú, con lo que nos bastó llegar a las 19:00h del lugar y nos sobró media horita. Como curiosidad y para demostrar lo que ya os contamos, el reloj de la estación marca sólo la hora de Moscú.

También nos llamó la atención el caos en el tráfico siberiano, debido, entre otros motivos, a que algunos coches llevan el volante a la derecha y otros a la izquierda, ya que mucha gente del lugar compra los coches directamente en Japón, que al parecer salen más baratos.

Los sitios del tren a Krasnoyarsk no fueron tan buenos como los anteriores, porque el día que fuimos a comprarlos todavía no sabíamos cómo era la distribución de las literas en el vagón. Nos tocaron las dos literas de arriba de un mismo compartimento, por lo que el uso de la mesita se vio bastante limitado, sobre todo porque debajo de nosotros dormían una señora rusa un poco antipática y su hijo, que se dedicaron a desayunar huevos y patatas cocidas. Además, el vagón era algo más antiguo que el anterior. 

Foto de nuestro compartimento de cuatro literas.

Por otra parte, vimos a los primeros mochileros no rusos en el tren. Nosotros nos apeamos mucho antes, pero el tren tenía Vladivostok como última parada. 

También tuvimos tiempo para hablar con algunos chicos jóvenes rusos que iban a trabajar a Chita, porque al rato de salir el tren paró durante tres horas en una estación llamada Taiga, donde separaron algunos vagones con otro destino y esperamos a que nos engancharan otra locomotora. 

Foto desde el tren de las provodnitsas y babushkas, vendiendo alimentos en el andén de una de las paradas.

Llegamos a Krasnoyarsk a las 10:40 de la mañana (hora local, aunque habíamos ganado otra hora de desfase con Moscú por el camino) y fuimos a dar un paseo y a comprar más víveres para el siguiente tren que cogeríamos tres horas después con destino a Irkutsk. 

Mosaico en la estación de tren de Krasnoyarsk.

En este tren, como compramos los billetes el mismo día que para el anterior, nos volvió a tocar dormir en las dos literas de arriba, aunque, en este caso, el viaje fue más agradable porque las dos ocupantes de las literas inferiores eran dos chicas jóvenes que venían de su pueblo de cerca de Novosibirsk. Nos dedicamos a descansar, beber más tés y jugar a las cartas y, aunque en este tren no vimos más mochileros extranjeros, sí que comenzamos a notar más presencia de pasajeros con rasgos chinos y mongoles. En concreto, y como demostración de la conocida afición a los juegos de azar de los chinos, durante casi una hora tuvimos a tres de ellos siguiendo nuestra aburrida partida de chinchón con el mismo interés que si se tratara de un campeonato de póker. 

Desde Tomsk, siguiendo la recomendación de Jordi, habíamos reservado un viaje a la isla de Olkhon, en el lago Baikal, y nada más llegar a Irkutsk cogimos un marshrutki (minibús urbano que hay en casi todas las ciudades rusas y realiza un recorrido similar al autobús, pero con más paradas) hacia la oficina de la agencia. Nada más llegar nos subimos a una furgoneta con tres rusos, dos holandeses, una señora mejicana, un brasileño, una alemana y una inglesa con destino a Khuzhir, el pueblo principal de esta isla (ferry incluido). 

Vistas del lago Baikal desde una colina con Khuzir al fondo.

Esta isla es especialmente turística y conocida entre mochileros extranjeros, pero nosotros no sé cómo lo hacemos que siempre acabamos alojándonos en sitios donde la mayoría de clientes son rusos. Quizás porque el hostel más conocido de la isla, Nikita´s, estaba completo cuando reservamos. En el nuestro, que se llama Solnechnaya (Soleado) ni siquiera la recepcionista habla inglés. 

El alojamiento es en cabañas de madera, cada una para dos personas, e incluye pensión completa. De desayuno hemos comido blinis con mantequilla y mermelada, gachas, una especie de requesón. Y de comida  y cena platos de la zona: mucho pescado del lago (omul), arroz, carne y caldos. Muy bueno todo, y siempre acompañado de té.

Estos dos días los hemos dedicado a descansar y a pasear por las playas, bosques, prados, y acantilados de la isla en los que, a pesar de estar bastante concurridos de gaviotas y vacas, es difícil encontrarse con otras personas. El paisaje es espectacular y las aguas del lago muy transparentes, lo cual, unido a que en algunos tramos no se ven los bordes del mismo (su longitud de norte a sur es de más de 600 km) provocan la sensación de estar en la orilla del mar. Creemos que nuestro amigo Toni Bellido se encontraría muy bien por aquí una temporadita.

Playas de arena en la isla de Olkhon.

 

Remojando los pies. El agua está freshquisima.

 
Como las cabras por los praos.

 
Punto de fuerza chámanica en Okhlon. Los habitantes de esta son de rasgos mongoles y principalmente creyentes del chamanismo. Esta isla se considera uno de los cinco puntos de fuerza del chamanismo
Según esta creencia, esta roca es el epicentro de fuerza espiritual. Lo que sí es cierto es que las vistas son impresionantes.


El camino desde el ferry al pueblo en la isla es de tierra, al igual que todas las calles del mismo, que están sin asfaltar. Y aunque no es muy bonito tiene un aire peculiar, como del Oeste. Además, nos servirá  de entrenamiento para Mongolia, porque no tienen agua corriente.
Esta noche volvemos a dormir en el tren, de Irkutsk a Naushki, en la frontera con Mongolia, a donde llegaremos a las 13:45 (hora local, 7 horas más que en España) del domingo. Allí tendremos que coger otro tren para Ulan Bator. ¡Ya os contaremos más desde allí!
Un par de fotos de regalo.


Un viejo conocido que ya ocupa las portadas del país.

 
Pregunta para Delas de la cual no sabemos respuesta. Encontramos muchos coches en Siberia con este “capó” extra. Suponemos que tendrá que ver con el frío y la nieve, pero desconocemos su funcionamiento. ¿Alguien lo sabe?